viernes, 24 de febrero de 2017

El silencio de las corcheas.

Mientras oía desde la terraza aquella canción que tanto habíamos bailado, en manos del vecino, me dieron ganas de volver a bailar.
Aunque todo puede ocurrir en un baile: aquella exaltación a la vida.
Cuando te acercas
cuando estás nerviosa
cuando tratas de seducir [y tú, siempre lo consigues]
cuando sientes que estás en el principio de algo maravilloso que va a comenzar
cuando piensas todo lo contrario
cuando huyes
o cuando dos personas se convierten en complices.
Aunque no todo ocurre entre dos, hay más de uno mismo ante la forma de vivir y como lo afronta.
Y es que la canción
que hable de tus mejores emociones
jamás será  interpretada ni por el mejor compositor.
Cuando crees encontrar a la persona con quien soñar, resulta que se encuentra a más de cien canciones de distancia.
En los recovecos de las notas están los detalles, detalles con los que se cuentan mejor las historias.
Agudos llenas de matices que nunca escucharás en ninguna canción.
No queda otra forma de escuchar tu voz, únicamente aprender a medir el tiempo en notas y la espera en claves de sol.
Sabes que no existe la posibilidad de soplar la separación que nos une, porque desde que te cruzaste en su compás sólo quieres componer sueños a su son.

Y en ese mismo instante, le pedí a la vida que me concediese un último baile.

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