viernes, 8 de septiembre de 2017

Huellas imborrables.

Sonará a tópico
eso de que
cuando vas a la playa,
pisas la arena,
y el mar
simplemente
se dedica a borrar tus huellas.
La mayoría de escritores 
tratan esto en sus libros
como una metáfora al olvido.
Unas huellas que saben a pasado.
Porque unas huellas
se borran cuando decides
levantar el pie.

Pero,

¿y si te quedas ahí de por vida?
Pisando.





Yo prefiero oler a sal,
a que mis huellas se borren
y sean olvidadas.
No.
Me niego a que sean desdibujadas
si es tu mar revuelto [como tu pelo]
quien me baña,
y las olas quienes
nos bailen a su son.
Un vestido de roca.
Dejaré que me mires
con tus ojos de Medusa
para jamás moverme
y creer que mis huellas por tu piel
nunca se borraron
como las mías en el mar.

A veces me gusta pensar que las rocas que rodean los acantilados, son simples amantes de Medusa.
Y que la trataron por loca y decapitaron, porque tenía una manera distinta de amar. Una que se desviaba de la norma. Amando con los ojos. Los convertía en piedra con tan solo una mirada. Era una mirada que derrochaba tanto amor que petrificaba. Y parece que mi abuela tenía razón cuando me decía que: "la vida siempre está en los ojos, y si captas eso, serás una artista de verdad".

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